La Calle Mágica

Calle-magicaEn Londres del siglo XX, se decía que había una calle a la que todos  temían.Nadie sabía exactamente porqué, pues no podían dar una explicación razonable, especialmente para los niños (que ni siquiera pasaban por ahí). Se creó entonces  la leyenda de la temida “Calle once de Londres”.

En un lugar cercano a aquel lugar habitaba un muchacho llamado Jhonny, el cual tenia 18 años de edad. Vivía con su madre que hacía pasteles de todos sabores, con sus tres hermanos y su abuelo. Eran una familia normal como todas. Jhonny  tenía una novia llamada Tere, muchacha estudiosa, tranquila y linda.

Una de las aficiones de los chicos  sentarse en la banqueta de su casa por las tardes a platicar de lo que habían hecho días atrás. En una de sus conversaciones, Tere comentó lo de la calle misteriosa y Jhonny  aparentemente sorprendido, dijo nunca haber escuchado sobre esta, mientras la chica le decía que nadie se había atrevido a pasar por ahí desde hace muchos años.

– A partir de las ocho de la noche, se escuchan ruidos extraños –  comentó Tere -, además de las luces que se ven a lo lejos.

Camino a  casa,  Jhonny  sintió curiosidad de dirigirse por la temida “Calle once de Londres”. Observó su reloj, solamente faltaban diez minutos, para las ocho y después de pensarlo un rato, decidió pasar por ahí, muy a pesar de lo que la muchacha le había dicho.

Al sonar las campanas del reloj  anunciando que ya eran las ocho, y tal como Tere lo había descrito, comenzaron a verse luces de todos colores y a escucharse ruidos extraños, pero no eran tenebrosos ni nada por el estilo sino más bien chistosos. Jhonny se asomó y comenzó a caminar lentamente acercándose cada vez, más y más.

Al llegar al final de la calle, las luces se hacían más débiles y los sonidos cada vez más fuertes. A lo lejos, se veía una casita azul; el muchacho se acercó y al mirar por la ventana vio a una anciana bailando con mucha alegría y destreza. Esto le causó asombro y a su vez le dio mucha risa saber lo que todos le temían. Con un poco más de curiosidad, que de miedo, golpeó la puerta tres veces.

Al abrirse la  puerta, salió una anciana que sonreía con mucho entusiasmo, Jhonny le preguntó si sabía que la gente le temía. Después de pensar un rato, la viejecilla tornó su mirada hacia él y le respondió:

– Desde que era joven mi esposo era dueño de rocolas  –  comentó débilmente –  al fallecer y dejarme sola tan pronto, decidí que todas las noches encendería la rocola a esta hora, de esta forma ya no lo extrañaría tanto – y con esto terminó la anciana, mientras miraba a su reloj.

La noche fría transcurrió en la ciudad inglesa, y después de que el joven y la viejecilla, platicaron y tomaron té, Jhonny, se retiró a su casa a descansar un tanto risueño al descubrir tan temible secreto de la ciudad.

A la tarde siguiente y como de costumbre, Jhonny  se encontraba con la dulce Tere, y al hallarse en la habitual tertulia de la tarde, le contó aquella extraordinaria aventura a su simpática novia. Mencionó que aquella gentil anciana se llamaba Lucy, a la que le había prometido visitarla dos veces por semana para que ya no estuviera tan sola, a lo que Tere, salida de la sorpresa, consintió acompañar a su enamorado a la misteriosa calle y así conocer a la anciana.

Desde ese día y a partir de entonces, Tere y Jhonny visitan dos veces por semana a la amigable Lucy, quien amablemente se desvive por convidar a los chicos de té y panecillos. Claro mientras la música a todo volumen que salía de la pequeña casa azul, combinada con el escándalo de la gran ciudad, hacía pensar, a aquellos que pasaban por las cercanías de la “Calle once de Londres”, que ésta, seguía siendo mágica.

– Fin –

Por: Teresa Vivas

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