EL CAUTIVERIO DE ÁRGEL
En septiembre de 1575 la galera Sol navegaba en solitario frente a las costas catalanas, después de que un temporal la desprendiera de la flotilla de cuatro naves que hacía la travesía de Nápoles a Barcelona. En el pasaje viajaban dos jóvenes veteranos de la batalla de Lepanto, los hermanos Miguel y Rodrigo de Cervantes, que regresaban a España después de duras campañas en la guerra contra el imperio Turco. El día 26 de ese mes, frente a las costas del Maresme catalán, la aislada galera fue atacada por tres naves corsarias otomanas, mandadas por el pirata albanés Arnauti Mamí. Pese a la valerosa resistencia de los españoles, que costó la vida al capitán de la “Sol”, los atacantes impusieron su supremacía, abordaron la nave y apresaron a tripulantes y pasajeros para venderlos en el mercado de esclavos. En el reparto del botín, los hermanos Cervantes fueron adjudicados al lugarteniente de Arnauti, un griego renegado llamado Dalí Mamí y apodado «el Cojo».
Ya en Argel, el cuartel general y refugio de los piratas otomanos. Miguel de Cervantes exhibió a su captor unas cartas de recomendación firmadas por Don Juan de Austria, hermano bastardo de Felipe II conocido como “el Gran Capitán”, héroe de Lepanto y azote de los turcos en el Mediterráneo. Ante tan alta y terrible recomendación. Dalí Mamí decidió mantener a los cautivos en su poder, exigiendo por el rescate de Miguel la cuantiosa suma de 500 ducados.
Pasaron cuatro meses sin que la familia de Cervantes y sus allegados lograran reunir tanto dinero. El ilustre rehén concibió entonces un plan de fuga, que incluía a Rodrigo y a una decena de otros prisioneros. Pero a poco de iniciar la huída, el bereber que debía guiarlos a territorio cristiano desapareció sin dejar rastros. Apresados y devueltos a su amo, los irreductibles hermanos Cervantes comenzaron a darle vueltas a un nuevo proyecto para escapar de Argel.
Mientras tanto las hermanas de los cautivos, Andrea y Magdalena de Cervantes, habían obtenido una suma inesperada de dinero extra, empleando un curioso recurso jurídico. Resulta que ambas habían vivido como barraganas con el rico señor Alonso Pacheco Pastor. Este tipo de convivencia era admitido por las leyes de la época, siempre que ambos implicados fueran solteros. Las Cervantes (o sus abogados) Pusieron un pleito a don Alonso, demostrando que era casado y con hijos, por lo que habían sido engañadas y deshonradas por él. El tribunal impuso al acusado el pago de una indemnización considerable, aunque no llegaba a los 500 ducados del rescate de Miguel. Pero el impaciente Dalí Mamí, que ya desconfiaba de obtener ese rescate y temía que su más provechoso rehén acabara escapándosele, aceptó esa cantidad a cambio de liberar al otro hermano prisionero.
Rodrigo regresó a España en agosto de 1577, no sin antes prometer a su hermano que haría todo lo que estuviera en su mano para obtener también su libertad. Al parecer cumplió su palabra, porque a finales de aquel año Miguel recibió un mensaje clandestino avisándole de que una fragata española lo recogería en un punto de la costa. Mientras él y otros fugitivos esperaban la nave salvadora ocultos en una cueva cercana al mar, fueron traicionados por un cómplice local y atrapados en su escondite. Cervantes sólo se salvó de ser condenado a muerte porque los turcos lo tenían por un personaje muy principal y, desde luego, porque aún esperaban obtener por él un buen dinero.
La serie de intentos de fuga frustrados a último momento tuvo su tercer episodio en marzo de 1578, Miguel consiguió que un mensajero llevara una carta suya a don Martín de Córdoba, gobernador militar del enclave español en Orán.
En ella exponía su proyecto de escapar por tierra hacia esa plaza, y le solicitaba un guía y otras ayudas. Pero el infortunado portador fue interceptado por los guardias imperiales, y ejecutado por empalamiento. Por su parte, Cervantes fue condenado a muerte por azotes, pena que consiguió eludir por los mismos motivos que en la ocasión anterior. Inaccesible al desaliento, el joven prisionero se dispuso nuevamente a escapar, ahora con la ayuda de un sujeto conocido como el licenciado Girón. Pero otro converso deseoso de hacer méritos, un tal Blanco de Paz, denunció la tentativa ante el emir Hassán de Túnez. Éste encerró al fugitivo durante cinco meses en las mazmorras argelinas de delincuentes comunes. Luego desplazó al ineficaz Dalí Mamí y se hizo cargo personalmente del rehén español, aumentando su rescate a 600 ducados. En el ínterin la madre de los Cervantes, doña Leonor de Cortinas, se empeñaba en reunir el rescate de Miguel. Aunque aún vivía su esposo, Rodrigo de Cervantes Saavedra (hidalgo venido a menos como modesto cirujano barbero), se hizo pasar por una viuda desamparada ante las autoridades y órdenes religiosas para conseguir préstamos y óbolos.
En la primavera de 1579 la buena señora había reunido 475 ducados, que entregó al Consejo de Cruzadas, cuerpo sinodial que administraba los aportes de la Iglesia a la lucha de la Corona española contra el común enemigo musulmán. El fraile trinitario Juan Gil fue designado para viajar a Argel como emisario de la familia Cervantes. Por el camino aumentó esa cifra con las buenas limosnas de algunos personajes importantes, lo que le permitió ofrecer a Hassán un monto aproximado a los 600 ducados. Después de largas discusiones y negociaciones, el turco aceptó el trato. Don Miguel de Cervantes se embarcó hacia España el 24 de octubre de 1580, ahora entendemos el rencor que seguramente guardó al ejército (claramente reflejado en El Quijote) del considerado la mayor gloria de las letras castellanas.